domingo, 21 de julio de 2013

Agua salada


Tenía yo una casa muy grande.. recuerdo que estaba repleta de muchas cosas valiosas. Cada habitación era muy espaciosa y dentro de ella lo que más había eran sueños, ilusiones e ideas. 
Era  por dentro era muy colorida y en el exterior, estaba pintada con felicidad. Tenía una escalera hecha de fe y el piso era de esperanza, pero de todo esto, sin duda, lo que más destacaba eran las dos preciosas ventanas que esta casa tenía.
Al lugar que yo fuera, llevaba siempre mi casita llena de sus increíbles construcciones que me habían costado trabajo desde que nací. Lo único de ella que todos podían ver eran sus dos ventanas; estas reflejaban los colores, las ilusiones, los sueños y todo lo demás; mis ventanas irradiaban la luz que existía dentro. 
Al pasar los años, las habitaciones llenas de ideas... se gastaron y lentamente se fueron consumiendo las ilusiones y los sueños, aquellas cosas eran lo que más abundaba y por su escasez, se comenzó a derrumbar la casa por dentro, ya eran menos las personas que encontraban pequeños destellos de luz al mirar, porque casi no habían. Hasta que de aquellas preciosas ventanas comenzó a salir agua salada. Era cada parte de aquellas habitaciones, cada cosa que contenía mi gran casa, cada color se ponía opaco y caía como gotas de agua salada por aquellos vitrales, todo se derrumbaba, pero solo algunos sabían lo que estaba sucediendo, solo algunos vieron caer aquellas lágrimas. ¡Sí! no eran más que lágrimas...

...Al pasar unos días, llegué a comprender que no solo de ilusiones y sueños se vive, que para poder llegar a tener esa misma luz, era importante que al alma entrara la realidad, aceptarla y saber sonreír a pesar de ello. Lo comprendí cuando encontré que lo único que no estaba derrumbado era el piso, pues el piso no se derrumba... y menos uno que estaba hecho de esperanza, ¿sabes por qué? porque la esperanza es lo último que se pierde, y yo jamás la perdí. Otra cosa que no se derrumbó fue mi escalera de fe... ojalá en tu casa tampoco se derrumbe, y así puedas, como yo, subir un peldaño en la fe cada día.
Así fue como reconstruí mi alma y mis ojos pudieron volver a irradiar esa misma luz.